Benito llegó a mi vida en el invierno del 2013 pidiendo amorosa y desesperadamente atención, alimento y cariño. No estaba en mis planes tener una mascota de ninguna manera, nunca había tenido una, no habría sabido ni por donde empezar. Pero hubo algo en nuestro primer encuentro que llegó a lo más profundo de mi corazón y cuando lo tuve en mis brazos por primera vez supe que ya estábamos unidos.

Fuimos conociéndonos y entendiéndonos a lo largo del tiempo y en los nueve años y un poquito más que compartimos no hubo un solo día en que no me sorprendiera con un nuevo gesto o mirada de amor, a veces me miraba de una manera que hacía desaparecer en un segundo todo lo mal que me había sentido en el día, una mirada que hacía desaparecer el dolor y las injusticas del mundo. Una mirada que era remanso de paz, oasis de plenitud.

Fue mi compañero inseparable de día y de noche y me vigiló amorosamente cuando estuve enferma. Amé sus largas e innumerables siestas  y me enseñó a cuidarlo. 

Me hizo conocer y vivir en una dimensión de amor que yo no sabía que existía.

Compañero fiel e incondicional hasta el último minuto. Partió en los brazos de San Cristóbal acompañado por el eterno y siempre presente amor de nuestros Obispos y Maestros Monseñor Claudio Páleka y Madre Eva en la Alegría de Jesús. Las oraciones de nuestros Hermanos nos dieron fortaleza para transitar su enfermedad y su partida, su viaje  hacia nuevas aventuras celestiales.

Encontró consuelo mi corazón al tener la certeza que Benito es y será feliz por siempre en la Gloria de Dios, que desde allí me sigue cuidando y que puede hacérmelo saber.

Gracias Benito por haberme elegido para ser tu mamá humana en la tierra. Nunca dejaste de ser un ángel por eso estoy segura que ya estás disfrutando las maravillas que Dios nos ha prometido y nos tiene preparadas.

Gracias por siempre

Hermana Alejandra Truncellito

Buenos Aires, a pocos días de tu partida que fue el 18 de febrero alrededor de las 10.00 de la mañana